Al cumplirse hoy 17 de junio, el 105 aniversario de su fallecimiento, y conociendo la increíble participación histórica de este hombre en el crecimiento de nuestra nación, El Portal de Turismo y Cultura de las Sierras de la Ventana le rinde este sencillo homenaje, compartiendo parte del libro «Aportes de un Emprendedor de Avanzada» escrito en parte por su Luis Fernando Tornquist (bisnieto), e invitando a ser leído y conocida tan interesante y trascendental historia de nuestro país.


A su fallecimiento, el Superior Gobierno de la Nación, en la persona de Figueroa Alcorta, decreta con fecha 17 de junio de 1908 rendir a Ernesto Tornquist los honores correspondientes a los hombres de la Representación Nacional, disponiendo que la bandera nacional permanezca izada a media asta en todos los edificios públicos de la Nación.

El Congreso de la Nación invitó a la familia a realizar el velatorio en la sede de la Cámara de Diputados. En su sesión de ese mismo día 17 de junio, el Presidente de la Cámara de Diputados dijo refiriéndose a Ernesto: 

“… Hombre extraordinario, por la clarividencia de su talento financiero, por la rapidez de sus resoluciones, por su tenacidad y perspicacia, su ausencia será eternamente lamentada en las altas esferas financieras, en los consejos de gobierno, en las cámaras legislativas, en los directorios, y donde quiera que sea necesario el concurso de una opinión autorizada y ponderada como era la suya”

Y continúa: “La muerte de Ernesto nos priva, es cierto, de una voluntad y de una acción, de un compañero laborioso y afable y de lo mucho que aún el país podía esperar de él, pero en cambio, nos deja lo que nunca nos puede llevar, lo que vale más, lo que es imperecedero, lo que ha de acrecentarse día a día: nos deja su obra. ¡Sí! Señores diputados, su obra grande e inmortal. Ese movimiento de progreso y bienestar de que nos enorgullecemos y que observamos de un extremo a otro de la República, débesele en gran parte: se encuentra estrechamente vinculado a las iniciativas y a la perseverancia del señor Tornquist (Muy bien! Muy bien!)

¿Quién al extender la mirada por nuestras praderas pobladas de ganado, por nuestras campiñas llenas de mieses, por las usinas, por los talleres, por los ingenios azucareros de chimeneas humeantes, por donde quiera que se observe actividad, trabajo y vida transformable en riqueza, no ve el aliento de ese hombre superior que se llamó Ernesto Tornquist!

Describe La Nación, una vez fallecido, que Ernesto “gobernó el país en el sentido más amplio, más noble, más sutil de la palabra, sin ostensibles consagraciones oficiales, sin rango de ninguna especie en los presupuestos administrativos. Y gobernó patrióticamente”.

Solo aceptó una diputación al final de su vida exclusivamente por la insistente solicitud de dos de sus mejores amigos, que entre ellos estaban enemistados por esos días, como lo eran Julio A. Roca y Carlos Pellegrini, dos de los ex presidentes más brillantes y notables de la historia argentina.

En la monumental publicación IN MEMORIAM editada con motivo de su fallecimiento, que recopila los honores oficiales tales como el decreto de duelo de la Nación y los discursos en el recinto de la Cámara de Diputados, los numerosos discursos de eminentes personalidades en su entierro en el cementerio de la Recoleta, los artículos necrológicos de diarios y revistas de la Capital Federal, del interior y del exterior americano y europeo, los telegramas, cartas y tarjetas de condolencia, que requirió nada menos que 687 páginas, dice en su editorial: “Otros hombres con igual temperamento, con sus mismas cualidades morales y dones de inteligencia, permanecen estacionados dentro de una esfera reducida. Es que don Ernesto Tornquist sabía emplear sus energías, sobreponerse a lo pequeño y salvar los mayores obstáculos. Su espíritu práctico lo colocaba en el terreno fecundo que le correspondía, rodeándola de la atención que exigía su desarrollo delicado. En sus deberes de ciudadano sirvió a su patria con el desinterés que la historia podrá marcar más tarde, si se investigan ciertos hechos como los referentes a dotar al país de un poder armado suficiente para imponer la paz a sus vecinos, pero impedir luego el conflicto bélico con su gestión personal cuando el peligro fue inminente.

En oportunidad de desencadenarse la crisis de 1892 que comprometía el desarrollo del país por el estado de las finanzas argentinas, él planteó la combinación financiera llamada “unificación”, que reorganizaba la deuda pública externa bajo un plan que consistía en establecer un nuevo servicio prolongado hacia el futuro, que habilitaba al gobierno no solo a retomar el servicio íntegro de su deuda sino a asistir a la realización de obras públicas que la agricultura, la ganadería y la industria exigían para su desenvolvimiento. Que el Sr. Tornquist tenía razón en su planteo lo demuestra el hecho indiscutible de haber sido acompañado en todo el continente europeo por el grupo de banqueros más grande que se haya formado en el mundo para realizar una operación financiera: Baring, Morgan, Banque de Paris et des Pays Bas, Comptoir National d´Escompte, Société Genérale, Heine, Disconto Gesellschaft, Deutsche Bank, etc, todos reunidos, tomaron sobre sí el plan de la unificación que fue adoptado después de un estudio y examen verificado por las mejores cabezas que dirigían aquellas bancas. En esa ocasión el Sr. Tornquist demostró no solo la confianza que en él tenía la banca europea sin sus raras facultades de consumado financista. El simple proyecto de la unificación y su contrato provisorio firmado en Europa fue suficiente para entonar las finanzas argentinas y preparar los elementos del ejército y de la armada en que debía apoyarse la solución patriótica que tuvo la cuestión con Chile.

La ley de Conversión de nuestra moneda le debe su paternidad. Pocos meses después de nacer la iniciativa el Presidente de la República doctor Pellegrini, convencido por el Sr. Tornquist, hizo suya la campaña que dio como resultado la sanción de la ley que dio estabilidad a la moneda argentina hasta el inicio de la primera guerra mundial.

Dice más adelante la introducción: El espíritu incansable del señor Tornquist no abandonó el plan de llegar a la moneda universal, de la que la ley de la Caja de Conversión fue el primer paso. Su folleto sobre la unidad monetaria, el franco como moneda definitiva, ha echado las bases de la ley monetaria y de las instituciones a crearse con ese fin.

En el mundo de los negocios, en el de la industria, el señor Tornquist no será reemplazado por mucho tiempo, porque él arrancaba de los éxitos de su propia obra las ventajas para el país y para el gobierno. Es decir, al señor tornquist interesaba principalmente lo que interesaba a todos, realizando su propia ganancia cuando había realizado la del país.

El señor Tornquist era uno de los pocos hombres de gobierno; ayudaba a gobernar o gobernaba desde su casa, creando negocios, creando industrias, pensando y sintiendo por muchos y prefiriendo la lucha activa, modesta y casi oscura de su escritorio, a la figuración política que le fue tantas veces ofrecida por diversos gobiernos para dirigir las finanzas nacionales. No quería ser ministro, no aceptó ser presidente del Banco de la nación, rechazó no pocas posiciones oficiales, y sin embargo, era todo, aconsejaba presidentes, dirigía ministros, preparaba planes y proyectaba leyes. Era, en fin un grande y principal elemento de gobierno. De su paso surgía el progreso, de sus palabras nacía el orden, de su ayuda moral o material dependía todo. La obra que deja don Ernesto Tornquist, sería, en cualquier nación de la vieja Europa, motivo para que su nombre se fijara al lado de los más ilustres y eminentes de la humanidad.